Sigo
atada a tu camisa
como
si pudiera sacarte de su olor;
tu olor,
te lleva vivo dentro
de ella.
Aún la abrazo
cuando duermo
porque es lo único
que me ayuda
con las pesadillas
en las que te pierdo;
luego, me despierto
en una cama vacía
y una habitación
fría que se burla de mi
por ser tan idiota y
hacerte ir.
Odio no tenerte
cerca
y discutir Hemingway
o hablar de
Tolstoi o Tolkien.
Odio no ser capaz
de decirte
cuánto lo siento
por dejarte marchar;
pero, por supuesto,
no estás y no puedo;
por eso tecleo mis
sentimientos aquí.
Tirándolos casi en
el fondo de mi mente
hasta que duela
tanto que tenga que escribir
un poema sobre lo
mucho que me duele la cabeza.
Y será la cosa más
romántica
porque así son los
poemas sobre dolores de cabeza:
cuento lo mal que lo
he hecho y cuánto
te echo de menos, y
eso lo resuelve todo;
porque lo único que
cuenta cuando
se escribe un poema
sobre el dolor es la nostalgia,
es cuánto quieres a
esa persona y esos
sentimientos cerca
de ti.
Pero no puedes
tenerlos porque
en realidad sabes lo
mucho que la has jodido,
y todo lo que tienes
en ese momento es la desesperación
y el dolor de haber
perdido a ese alguien.
Y así es como los
poemas de amor
se escriben.
(cc)
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